
Encuentro con Gorosito…
Daniel Gorosito Pérez
DON QUIJOTE DE LA MANCHA: INTELECTUAL Y REVOLUCIONARIO
- Partilhar 26/06/2022

Don Quijote es el primer
intelectual reconocible en Occidente: es el
primero del que se sepa tuvo una biblioteca
personal. En la realidad y en la ficción,
tanto el histórico Montaigne como el
fantástico Hamlet fueron grandes lectores,
pero de Alonso Quijano hasta sabemos cómo
era su biblioteca.
Y ello es
importante, porque las bibliotecas
personales sólo se hicieron posibles con la
llegada de la imprenta: antes sólo disponían
de ellas los abades y los obispos, y esos
libros no estaban sujetos a la
interpretación personal del lector.
Cuánto debió leer el pobre Quijano para que
la lectura le revolviera el juicio y “le
secara el cerebro”. La tesis de su locura
debida a los libros es la primera evidencia
de su condición intelectual. Porque el
intelectual es alguien en cuyo destino los
datos culturales y la reflexión prevalecen
sobre la inercia de las emociones y los
deberes.
Después de dedicarse
febrilmente a leer, Quijano decidió
convertir en realidad lo leído, y esa es una
segunda condición del intelectual, el deseo
de transformar el mundo, de acuerdo con las
nociones y los ideales que ha concebido
hablando con sus libros.
Hasta
entonces, todos los grandes héroes de
Occidente estaban sometidos a alguna
autoridad: los héroes de la Ilíada sujetos a
la voluntad de sus dioses y sus reyes; los
paladines del ciclo de Bretaña al rey
Arturo; Orlando y Oliveros a Carlomagno.
Don Quijote se alza a luchar sólo por
sus convicciones, no está sometido a nadie,
se enfrenta con el mundo para tratar de
imponer una visión de la realidad que
contraría a los otros. Este nuevo tipo de
lunático es un intelectual.
Tal vez
presiente ya lo que después nos dirán los
filósofos y sociólogos: si una sola persona
cree algo, eso puede ser una locura: si
millones lo creen, es una cultura.
Movido por sentimientos filiales, agraviado
resentido, el príncipe Hamlet concibe una
venganza, y por el camino llega a estar en
conflicto con todo lo existente: con la
autoridad familiar y política, con las
convenciones sociales, con las tradiciones
de su mundo.
Acaba por poner en
cuestión el universo entero, y su discurso
roza la legitimación del suicidio. Pero es
curioso que la frase más elocuente de una
voluntad suicida en Shakespeare no se
encuentre en Hamlet, donde estaba su lugar,
sino en Romeo y Julieta.
Romeo la
pronuncia pero cualquiera se da cuenta de
que esa frase no corresponde a ese jovencito
impaciente que no ha tenido tiempo de vivir
y que no suele reflexionar demasiado. Es una
frase de Hamlet, que por un accidente de la
literatura no se le ocurrió a Hamlet: “¡Y
sacudir de nuestra carne, harta del mundo,
el yugo de las infaustas estrellas!”.
Hamlet está en conflicto con todo, pero,
poseído por la duda, no logra pasar a la
acción. Siempre se alzan las vacilaciones,
las consideraciones. “Lento en las antesalas
de la venganza, escribe Borges, prodiga
concurridos monólogos y juega tristemente
con la calavera mortal”.
Hamlet
jamás será capaz de transformar nada: es
demasiado intelectual para ser hombre de
acción. Don Quijote, en cambio, es
fundamentalmente un hombre de acción. Si los
libros lo han convencido de que hay que
hacer algo, se lanza de inmediato a hacerlo,
aunque el cura y el barbero lo consideren
disparate.
Tiene la ventaja
incomparable de que el mundo que lo rodea,
aunque no lo comprenda, no lo abandona.
Sancho Panza es esa encarnación española de
la credulidad del pueblo, sabio en sus
abismos, lleno de memoria y proverbios y
fiel a las costumbres, que aunque advierte
que el hombre esta loco de sueños nuevos y
conductas intempestivas, lo sigue con
abnegada lealtad. Alguien tendrá que ayudar
a ese caballero delirante a salir de los
problemas en que lo hundan sus sueños.
Para lo que han servido los libros en
esta fábula es para fortalecer la voluntad,
la idea de que el ser humano puede
enfrentarse a sus costumbres y sus
tradiciones, y tratar de imponer en el mundo
otros sueños: de justicia, de heroísmo, de
desprendimiento.
La aventura de Don
Quijote es de una pasmosa originalidad, y
hasta logra producirnos la sensación de que
los otros son seres de ficción y él, en
cambio, profundamente real. Esta paradoja es
importante: Don Quijote, logra comunicar de
tal manera su realidad, que, frente a él,
seres que existieron realmente parecen
dudosos.
Con Don Quijote, con esa
mezcla española e heroísmo y locura, una
manifestación casi desconocida de la
voluntad entra en la historia. Por algo el
tiempo posterior se llenó de personajes
quijotescos: hombres y mujeres que creyeron
en unas ideas y unos sueños, y se lanzaron a
la tentativa de convertir esos sueños en
realidad.
A esa estirpe pertenecen
todos los revolucionarios de los últimos
siglos. Sin la lección de voluntad que trajo
a Occidente Don Quijote no serían
concebibles soñadores como Rousseau,
aventureros como Von Humboldt, héroes
románticos como Byron, destinos como el de
Danton, José Artigas, Simón Bolívar, San
Martín o Emiliano Zapata.
La noción
de que gracias a las ideas se puede cambiar
el mundo creció con ellos, y ha sido fuente
de muchos extravíos, pero también de muchas
de las más hermosas conquistas de nuestra
época: los derechos humanos, el ideal de la
libertad, el derecho de resistencia a la
opresión, la democracia y el sagrado derecho
a la rebelión contra la injusticia.
¡Hasta el próximo encuentro…!
Dr.(c). Washington Daniel Gorosito Pérez
- n.38 • julho 2022